



Albardos, vigilantes espinosos de las penas mias, que de la suerte de este desierto, pedregoso, alcalino, como a su parecer, todo tiempo pasado fue mejor.
Albardos misteriosos que de vez en cuando hacen una caricia al viajero cansado, atormentado por las penas.
Así van pasando los años y su transformación -a veces sin hojas y otras tantas en floración-. Cuando los grillos cantan su cortejo en tu regazo te llenas de esperanza.
Cuántas noches van pasando en vela y el viento de vez en cuando juega y los mece, repitiendo el murmullo, apenas si se escucha; que la gloria es una fatiga tejida de polvo, sudor y sol.
¡Albardos! testigos mudos y solitarios, que lo mismo sirven para levantar un cerco o un jacal. De tarde en tarde saben que de noche lloro mi dolor. Sabes al aire de las montañas donde un tiempo cabalgue en la infancia. Sabes todos mis sueños que nunca a nadie contare; ¡que no diera por volver a verlos...hoy que me encuentro lejos!
Luis Macias Pérez
Fotografía tomada por Rosario Segovia
Nosotros los Campesinos le damos gracias a Dios porque nos dio el don de ser Campesinos ¡y a mucha honrra!, aunque en las altas sociedades al Campesino lo valoren como lo que menos.
Esto que hacemos los campesinos también es un oficio muy nuestro y de gran valor, porque es trabajo honrado, porque es un orgullo ser campesino y no nos da verguenza dejarlo de herencia a nuestros hijos; porque es un trabajo que nos hacer ir por la vida con la frente muy en alto, porque nosotros no le quitamos a nadie el pan de la boca, al contrario, otros se enriquecen con el trabajo del Campesino...
Es una prosa escrita en por Socorro Monsivais, socia del Pequeño Grupo de Ahorro del Ejido San José de Mahoma, Municipio de Parras, Coahuila.
Fotografía: Rosario Segovia Lizcano